Ignacio Arellano Mora
Para 2030 se estima que México tendrá cerca de 121 millones de habitantes, por lo que se requerirá cada año de 241 millones de toneladas de productos agrícolas -78 millones más que en el 2006-; se consumirán 4.5 millones más de toneladas de productos pecuarios y 1 millón de pesqueros.
Pero si se toma en cuenta los riesgos futuros como el cambio climático, la degradación ambiental, mayor competencia por la tierra y el agua, así como altos costos de la energía, resulta un esfuerzo mayúsculo lograr estos retos en un futuro inmediato, por lo que habrá que poner atención en la biotecnología y su contribución a la seguridad alimentaria.
Así lo subrayó el coordinador de Asuntos Internacionales de la Sagarpa, Víctor Manuel Villalobos Arámbula, quien explicó que los cultivos del siglo XXI deben de tener un potencial extra para su resistencia a patógenos y plagas, herbicidas y estreses abióticos, y al mismo tiempo contener mayor calidad nutricional.
Durante su participación en el Foro Internacional Agroalimentario organizado por el Consejo Agropecuario de Jalisco, el especialista señaló que a la fecha 25 países han adoptado los cultivos biotecnológicos, y su área global de cultivos en 2008 fue de 125 millones de hectáreas, lo que representa un incremento de 9.4 por ciento.
Recientemente electo como director general del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA), Villalobos Arámbula indicó que las ventajas de estos cultivos a nivel mundial se traducen en mejor productividad y mayores ingresos para los productores; protección a la biodiversidad (doble producción de cosechas en la misma área); efecto ambiental (reduce la necesidad de insumos externos); y beneficios sociales (contribución a la reducción de la pobreza).
Explicó que en la década de los ochenta México identificó las herramientas biotecnológicas para el desarrollo de la agricultura. Resaltó que la liberación al medio ambiente de Organismos Genéticamente Modificados (OGM’s) representa un reto para nuestro país porque se debe garantizar la aplicación de medidas de bioseguridad que reduzcan riesgos al ecosistema catalogado como centro de domesticación de una variedad de especies cultivables.
Por ello, apuntó, se han aplicado sistemas normativos responsables y eficientes que resultan adecuados para los países en desarrollo; lo que sigue, agregó, es mejorar la comunicación con la sociedad con respecto a los atributos y potencial de los cultivos biotecnológicos.
“Sólo haciendo un uso apropiado de las herramientas biotecnológicas se estará en mejor condición de afrontar los nuevos retos en materia alimentaria; México no puede quedarse fuera de los beneficios de esta tecnología para la agricultura, pues cuenta con los recurso humanos, materiales, así como los instrumentos normativos que le permitan beneficiarse de estas herramientas” subrayó.
“El peor riesgo para nuestro país sería quedarnos fuera de esta revolución tecnológica”, concluyó Villalobos Arámbula ante los integrantes del Consejo Nacional Agropecuario y de Jalisco.
Más adelante, el Consejo Nacional Agropecuario respaldó las acciones que ha emprendido el gobierno mexicano a favor del uso de herramientas tecnológicas que permitan a los productores nacionales mejorar su desempeño en un entorno altamente competitivo y a la vez proteger los recursos naturales.
En el Foro Internacional Agroalimentario se plantearon los retos que enfrenta México y el mundo en materia de seguridad alimentaria, cambio climático e innovación tecnológica y el nuevo rol de los agentes económicos del campo para fortalecer su productividad y desempeño en los mercados.
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