Juan Chávez
El golpe maestro sería ese: que la tarifa de consumo de luz bajara en un 30%.
Sería consecuente con lo que resulta del precio a que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) vendía el fluido a la desaparecida Luz y Fuerza del Centro que lo revendía a los consumidores, supuestamente, con esa utilidad.
Desde el punto de vista jurídico, el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) está muerto.
La marcha de este jueves, que según estimaciones oficiales de la secretaría de Seguridad Pública del DF registró 150 mil participantes, es el principio de los pataleos de los sindicalistas.
La consigna de “solución o revolución”, es cosa aparte y para que no haya caldo de cultivo, el Gobierno calderonista deberá dar agilidad al pago de las liquidaciones a los trabajadores que se acogen a la gracia oficial que les ofrece premio si se presentan a las 20 oficinas abiertas a recoger sus cheques.
Es evidente que la falta de dinero genera descontento en la masa laboral afectada por la extinción decretada de LFC decretada por el Presidente el domingo.
Se llegó a la fecha en que los trabajadores debieron cobrar su catorcena, y sin dinero en la bolsa, como cualquier proletario, el malestar pudiera ser la mecha de una explosión social, como la prevé el rector de la UNAM, José Narro.
La falta de liquidez en un hogar es una mecha muy corta. Sobre todo, cuando el movimiento del SME carece totalmente de liderazgo.
Los 44 mil trabajadores activos, frente a la ineficiencia mostrada hasta ahora para cumplirles sus liquidaciones, andan despabilados y la falta de dinero podría reunificarlos, sobre todo si el “sistema se le sigue cayendo” a las oficinas liquidadoras y el trabajador se frustra porque no se le cumple con la indemnización ofrecida.
El golpe al sindicalismo de las paraestatales, ya está consumado. ¿Qué sigue? Alinear, desde otras perspectivas, al SNTE de Elba Esther Gordillo; a los petroleros de Carlos Romero Deschamps y a otros sindicatos que, como los electricistas, tienen contratos colectivos de privilegio y además sus dirigencias reciben anualmente cantidades millonarias “para ajustar los contratos colectivos de trabajo”.
Ni Martín Esparza ni Alejandro Muñoz que encabezó el movimiento intersindical que desconoció al primero, tienen los tamaños para controlar a quienes quieren volver a la vida a LFC y al SME.
En eso, ni uno ni otro pensaron. Vamos, ni siquiera fueron capaces de asimilar lo que se venía. Tampoco miraron para atrás. No registraron que el sindicato del IMSS ya había sido doblegado y que Valdelamar Gutiérrez, en todo caso, “comprado” con sueños de poder, es ahora diputado por el PAN.
Tampoco registraron la imposición del Pensionissste con la nueva Ley del ISSSTE que desde 2007 tuvieron que apechugar casi tres millones de burócratas.
Para acabar pronto Martín y Alejandro se estancaron en su disputa por la dirigencia del SME y no reflexionaron jamás que con ella, abrían la puerta de par en par al Gobierno para que extinguiera la costosa e ineficiente empresa paraestatal y pusiera a los sindicalistas de patitas en la calle.
Con un PRI ambiguo, además, ni siquiera dieron oportunidad a una defensa que exhibiera lo que, ufano, presumió Martín en la concentración del Zócalo: el director general de LFC ganaba 340 mil pesos al mes.
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