ASI DE FÁCIL.
De Fábula
En 100 Años, Sólo uno
JUAN CHÁVEZ
No hay candidato ideal para sustituir en Los Pinos a Felipe Calderón que, parece, va a dejar a México colgado de la brocha.
El PAN con su trío no hace uno ni a tiros.
PRD, ya con su aspirante definido, tampoco le da al violín.
Y el PRI, el PRI ¡carajo!, por su obcecación por la unidad, termina dándole severa madriza al bloque que anunciaba iba a ser indestructible entre Manlio Fabio Beltrones y Enrique Peña Nieto.
Manlio se ha bajado del carro de la contienda, dizque para garantizar la victoria del PRI en la Presidencial 2012.
Los dos gallitos del tricolor pudieron haber generado un gallo giro de revolución, que sacara a México del marasmo donde el panismo lo tiene hundido desde hace 11 años.
Pero ese gallo colorado se frustró.
Ciertamente, lo que a Peña le sobra, le falta a Beltrones. Y lo que éste tiene de más, no lo posee el primero.
¿De qué hablamos? De la aureola, del populismo de que es dueño y señor Peña, y de la talla de hombre de Estado, de la cultura política, de la capacidad de negociación, que son atributos de Beltrones.
Un hombre que sumara ambas cuestiones, constituiría el candidato ideal de México para el próximo sexenio.
Pero una manzana no la da un olmo.
Hubo una excepción: fue Adolfo López Mateos, que además de orador nato y espléndido, tuvo esas dos virtudes que le permitieron capotear con éxito el sexenio que le tocó a gobernar a México, el más peliagudo de los últimos 100 años.
Cuando tomó posesión en diciembre de 1958 las huelgas obreras y los líderes de un comunismo que brotaba al impulso de la revolución de Fidel Castro Ruz en Cuba, parecía lo iban arrasar.
López Mateos, en efecto, fue el candidato ideal para 1958-1964.
Con él, el país entró al escenario que ahora pomposamente se denomina de “la modernidad y la globalización”.
Impidió que la “Guerra Fría” instalara sus amenazas y fuego –nada fríos por cierto- en Latinoamérica y más certeramente, aquietó a la isla de Castro y desmontó, con una política exterior de lujo, los misiles soviéticos que ya apuntaban hacia Estados Unidos.
Esa “crisis de los misiles”, allá por octubre de 1962, agarró a López Mateos en el sudeste asiático, en Honolulu, Hawaii, cuando concluía una gira de casi un mes, para diversificar las relaciones exteriores de México y abrirle nuevos cauces a su comercio con aquella lejana región del mapa geográfico.
Había visitado Filipinas, Indonesia, India y Japón, países, por lo menos tres de ellos, que hoy integran el fuerte “Dragón Asiático” que sacude las economías del mundo y que, con China, pretenden sustituir al dólar como moneda referente de sus acaudaladas reservas monetarias.
La entonces Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS) había instalado ya su base de misiles en Cuba a título de “defensa”, cuando el hombre nacido en Atizapán de Zaragoza, Edomex, pisaba tierra hawaiana.
Ahí, recibió dos llamadas del entonces mandatario estadounidense, John F. Kennedy y adelantó su retorno a México 24 horas.
Era urgente atender la “Crisis de los misiles” y obligar a los soviéticos a desmantelar la base que Castro había autorizado instalar para salirle al paso al bloqueo económico y la expulsión de la isla de la OEA.
Antes, había atajado los brotes de descontento en los sectores obreros: telegrafistas, ferrocarrileros y miembros del magisterio que organizaron sus huelgas en demanda de incrementos salariales y sustitución de sus líderes.
Luego, en 1959, tuvo que hacer lo mismo con los trabajadores de Petróleos Mexicanos que exigían reivindicaciones laborales, al igual que en el mismo año lo hizo el movimiento surgido en el sindicato ferrocarrilero bajo la dirección de Demetrio Vallejo.
La influencia de la triunfante revolución cubana llegó hasta Lázaro Cárdenas que, puesto del lado de Fidel, significó nueva amenaza para la estabilidad del gobierno de López Mateos.
Parecía que en el territorio nacional, iba a encenderse de nuevo la candela.
Cárdenas , que había tomado la bandera contra la invasión de Playa Girón (Bahía de Cochinos para los Estados Unidos), la armó gruesa, hasta que López Mateos le convenció de no extralimitarse en su activismo, y la paz y la confianza de los inversionistas renació.
La economía, desde mediados de los 50, se hallaba estancada. El clima interno era crítico. Se imponía abrirse al exterior. Llevar los alcances de la política internacional mexicana de no intervención y respeto a la soberanía, al extranjero, a Latinoamérica, Europa y Asia.
López Mateos lo hizo. Fue el primero en sacar al país de su encierro en sus fronteras.
Kennedy vino a la Ciudad de México en junio de 1962. México se afirmaba en el concierto de las naciones, era igual a todas, con los mismos derechos y obligaciones.
En su último informe de gobierno López Mateos manifestó:
“Nuestro país no pertenece a ningún bloque organizado para los fines de la Guerra Fría… La Revolución Mexicana es de México y para México… Hemos sido y seguiremos siendo absolutamente independientes… Somos revolucionarios realistas y no soñadores utópicos”.
En julio de 1960, la opinión mexicana e internacional se escandalizó cuando López Mateos declaró que dentro de la Constitución su gobierno era de extrema izquierda.
Ese era el hombre de Estado, presidente de México, que al momento, sabía cómo responder. Sacaba provecho de cualquier situación con su nacionalismo y acendrado patriotismo.
Fue el candidato ideal. El mejor Presidente de todos los tiempos, incluido Benito Juárez.
Ahora, para 2012 ¿lo tendremos? ¡No!, definitivamente no. Pudo haber sido Beltrones. Sí, pudo, pero no paso la prueba. Resultó de epidermis muy delicada y no resistió los embates de Peña y Moreira en su contra. 100 años de esperar a un candidato ideal son muchos. A lo mejor, no volverá México a tener un nuevo Adolfo López Mateos, alguien que además, nunca tuvo discursos lastimeros, como los que hemos escuchado como cartabón desde hace cinco años.
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